Este es un juego muy macabro, no apto para públicos demasiado impresionables. El mago muestra una larga y afilada aguja con la que se atraviesa la piel del brazo, y empieza a sangrar. Se puede ver desde muy cerca sin que se perciba truco alguno. Al final, se pasa un poco de algodón para desinfectarlo, y al mostrar el brazo al público, no hay señal de herida alguna.